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martes, 6 de diciembre de 2011

El malvado Zaroff


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“A la bestia de la selva que mata para sobrevivir la llaman salvaje, y al hombre que mata por placer lo llaman civilizado”, afirma uno de los tripulantes de un yate de lujo, acompañado por gente adinerada y famosa, dirigiéndose, con dicha afirmación, a un cazador que, según él mismo, no mata indiscriminadamente animales, sino que practica un deporte. La verdad es que no entiendo por qué esta película de la productora RKO, con la de conceptos que instauró, todos ellos muy innovadores, no es tan popular y recordada como otras producciones de la época... Cuando me hablaron de su argumento, el concepto de hombre que caza a otro hombre me pareció tan interesante como familiar, esto último debido a que, a lo largo de las décadas, no han sido pocas las adaptaciones del breve relato de Richard Connell, de 1924, titulado "The Most Dangerous Game".


Ficha técnica:

Título: El malvado Zaroff

Título original: The Most Dangerous Game (AKA The Hounds of Zaroff)

Año: 1932

Duración: 63 min.

País: Estados Unidos

Director: Ernest B. Schoedsack, Irving Pichel

Guión: James Ashomre Creelman (Historia: Richard Connell)

Música: Max Steiner

Fotografía: Henry Gerrard (B&W)

Reparto: Joel McCrea, Fay Wray, Leslie Banks, Robert Armstrong, Noble Johnson, Steve Clemento, James Flavin

Productora: RKO Radio Pictures

Género: Aventuras. Thriller. Terror. Intriga.

El protagonista, Robert Rainford (Joel McCrea), es un cazador con fama y reconocimiento mundial, un experto en ese, según él, deporte, que ha escrito varios libros sobre sus hazañas. En el momento en el que comienza el metraje, se encuentra acompañado por unas cuantas personas adineradas, de crucero en el interior de un yate de lujo, dialogando sobre si cazar a indefensos animales es o no es algo moral. Desgraciadamente, el yate, tras seguir unas boyas, colocadas de forma sospechosa, choca contra una barrera de arrecifes, naufragando en esas aguas plagadas de tiburones, quienes se dan un festín alimentándose de los pocos supervivientes de la catástrofe. Milagrosamente, un agotado y debilitado Robert llega a la orilla de una isla que, aparentemente, parece estar desierta.

Pronto se dará cuenta de que no es el único habitante que habita la zona, ya que descubre que, en el interior de la jungla, se encuentra una edificación de piedra, una fortaleza escondida, a la que entra sin dudarlo un instante. Una vez en su interior, es recibido por un tipo extraño, con barba, que no parece entender su idioma. Es el anfitrión del lugar, llamado Zaroff, quien, tras recibirle educadamente, le dice que su criado no le hace caso porque es sordomudo. El conde Zaroff (Leslie Banks) es un antigüo aristócrata ruso, de buenos modales y, aparentemente, muy civilizado, que, tras huir de su país natal, se dedicó en cuerpo y alma a la caza, siendo herido por un buffalo en África, quedándose con una gran cicatriz en la cabeza. Tras unos cuantos viajes más, como a la selva amazónica, el aristócrata decidió vivir apartado de la sociedad dedicándose a un tipo de "caza mayor", con el objetivo, siempre en mente, de capturar al mayor depredador de todos, el cual, según él, se encontraba en esos momentos en la isla, muy cerca de él...

Pronto Robert se da cuenta de que ellos no son los únicos dentro del castillo, ya que conoce a dos personas, dos hermanos, que días atrás habían sobrevivido, al igual que él, a un naufragio. Éstos son el granuja de Martin (Robert Armstrong), un borracho, y su hermana, la bella Eve (Fray Way). Después de que el conde continúe relatándoles su vida, sus logros y sus excentricidades, cae la noche. Es entonces cuando Eve le confiesa a Robert que hace unas semanas eran cuatro personas; pero que, misteriosamente, no volvieron a saber nada de las otras dos... La muchacha y el nuevo inquilino deciden salir de sus habitaciones e investigar en el sótano del castillo, último lugar a donde fueron los desaparecidos compañeros de la muchacha, sólo para descubrir, allí, en las profundidades, un infierno en forma de cabezas humanas adornando las paredes, máquinas de tortura, etc...


La historia se divide en tres partes claramente diferenciadas. Tras el (largo) prólogo de diez minutos en el yate, tenemos la escena del naufragio, que enlaza con la segunda parte, de unos veinte minutos de duración, en la que los naúfragos se conocen entre ellos y, lo que es más importante, conocen más acerca del conde que, sin un motivo aparente, les ha acogido en su fortaleza. Pero si hay una parte que no dará respiro al espectador, esa es la parte final, con la misma duración que la segunda, la parte dedicada a la caza... No hay que ser muy espabilado para saber que Zaroff, cuando habla de "caza mayor", se refiere a que lo que quiere cazar es a seres de su misma especie, ya que él mismo lo considera un reto, un juego tal como el ajedrez, a pesar de que sea mortal... Es por eso que la isla, en su conjunto, hace de recinto privado. Un coto de caza muy peculiar, a todo esto... Con zonas tan distintas entre sí como peligrosas.

Vista a día de hoy, y, como ya he dicho en la introducción, uno se pregunta el porqué este film, tan influyente en posteriores producciones, no es tan recordado como la otra obra maestra de su director, Ernest B. Schoedsack, "King Kong", estrenada pocos meses después. Algunos de los elementos que sirvieron de inspiración en posteriores largometrajes o, incluso, en subgéneros del cine de terror, como el de psycho-killer que vivía en un lugar insólito, apartado de la sociedad, ya estaban bien presentes en "El malvado Zaroff": el ataque de los tiburones, que recuerda a cierto ataque, cuarenta años después, de un animal de la misma especie, en cierto éxito de taquilla de Spielberg; la isla en sí, un lugar tan apartado de la sociedad, que sirve de escenario en donde se dan cita la locura y la perversidad humana... Y, cómo no, el objetivo principal por parte del villano de esta historia: el cazar a los de su misma especie, cual psicópata asesino, en una isla; morboso y sádico concepto que, a lo largo de las décadas, se ha ido repetiendo en distintas historias desde que Connel lo escribió en su relato, en clásicos cinematográficos como "Huida hacia el sol", "El hombre de la pistola de oro", o, la más reciente, ya en los años 90, "Juego de supervivencia", esta última la primera película que vi de esta temática.


En el párrafo anterior he mencionado a Schoedsack, un tipo al que tengo en un altar únicamente por haber dirigido esa maravilla del séptimo arte que es "King Kong". Aunque se dice que ambas fueron rodadas prácticamente a la par, cosa que me creo perfectamente, más si tenemos en cuenta que la selva que sirve de "zona de juegos" de Zaroff también era la zona en la que habitaba el gorila gigante más famoso de la historia del celuloide. Esto es algo más que evidente cuando vemos algunas zonas perfectamente reconocibles si uno ha visto con anterioridad uno de los dos films, como aquella en la que un gran tronco une dos porciones de tierra, haciendo de puente improvisado. Se dice que, de día, se rodaba "King Kong", y que, por las noches, es cuando Zaroff, cual vampiro, entraba en escena. Esto hacía que algunos actores que salían en ambos films, a destacar Fay Wray (la chica de la que, para su desgracia, se enamoraría el gran gorila), trabajaran prácticamente sin descanso, sintiéndose, quizás, un tanto agotados. De todas formas, la actuación de la muchacha, al igual que las actuaciones de los demás actores principales, es más que notable. De hecho, prefiero la actuación de la señorita Wray en "El malvado Zaroff" que en "King Kong", ya que, en esta última, se dedicaba a gritar como una posesa durante la mayor parte del metraje.


Las similitudes que hacen que esta película esté intrínsecamente relacionada con "King Kong" no son pocas... Ambas comparten el mismo equipo técnico, uno de los dos directores es Schoedsack, está dividida en tres partes claramente diferenciadas entre sí, el escenario de la jungla es el mismo en las dos, la magistral banda sonora a cargo de Max Steiner... Además, de igual forma, cuenta con esa peculiar mezcla de géneros: aventura, misterio, terror, romance... Pero no sólo recuerda a la otra película de Schoedsack, ya que, como hija de su tiempo, comparte ciertas similitudes con otras producciones, de otras compañías, tales como "El doctor Frankenstein" o "Drácula", las dos máximos exponentes del cine de terror de principios de los años 30.

Esto es algo que queda claro nada más ver el castillo de Zaroff, que recuerda, allí en medio de la nada, al del conde creado por Stocker, o incluso a la torre del Dr. Frankenstein, con esos interiores góticos, con algún que otro elemento tétrico, como ese cuadro en el que un centauro está atravesado por una flecha. Lo mismo se podría decir de Zaroff, un tipo que, al igual que Drácula, aparte de recibir a su último huésped de una forma similar a la que el conde de Transilvania recibe al suyo, desde las escaleras de su hogar, viste completamente de negro, mostrándose, en un principio, amable y muy educado ante sus huéspedes, como un señor pulcro, refinado y, sobre todo, como una buena persona. Sobra decir que eso es tan sólo mera apariencia... Ambos personajes comparten esa forma de engañar a sus "presas" por medio de la hospitalidad y los buenos modales. Siendo, así, cada uno a su manera, auténticos depredadores sin alma y con una moral, cuanto menos, cuestionable.


Robert y su anfitrión parecen, en un principio, ser muy parecidos entre sí. El aristócrata conoce sus hazañas, ya que Robert, como experto en la materia, ha escrito algunos libros y ensayos en los que relata sus capturas. Pero, de la misma forma que el blanco y el negro que ambos visten son colores distintos y opuestos entre sí, también lo son sus personalidades. En un determinado punto de la historia, Robert no dudará en mirar cara a cara a su captor para tacharle de loco.

Estamos, pues, ante una película con un claro mensaje ecologista, relativo a la caza indiscriminada de animales, como si ésta fuese un deporte más. En más de un momento nos hace plantearnos el cómo se sentirá un pobre animal cuando es perseguido y matado por un humano que, justificando sus actos, dice que tan sólo está practicando un deporte de riesgo más. De hecho, me pregunto cómo es posible que muchas asociaciones ecologistas no tengan a este trabajo de Schoedsack en un altar...

Muy entretenida, con una banda sonora soberbia, unos planos, unos travellings y un uso de la iluminación más que notables y, sobre todo, con unos personajes carismáticos, es una lástima que "El malvado Zaroff" sea una joya eclipsada por la sombra de otras producciones de la época y que, posterior y descaradamente, muchos se hayan servido de los planteamientos que ella inició, vendiéndolos como originales, cambiando alguna cosa por otra que estaba más de moda, como cambiar a los rusos por nazis o por organizaciones secretas que, desde su isla secreta, pretendían dominar el mundo. En fin, un mediometraje de escasa duración, de una hora, apróximadamente, que hará las delicias de todo buen amante del cine de aventuras.


Valoración personal: 8/10.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un gran artículo.

Muy curioso el detalle que el mismo equipo rodase esta y King Kong para poder ahorrar gastos. Habría sido increible ver lo que habría hecho este director con un presupuesto de los de hoy en día.