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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Muñecos infernales




Tod Browning es un genio. Tras tener su momento de gloria, en 1931, con "Drácula", y fracasar con "Freaks, la parada de los monstruos", en 1932, el pobre director, totalmente incomprendido, perdió gran parte de su motivación a la hora de hacer películas. Y no me extraña; si uno fracasa tanto a nivel de taquilla como de crítica en su obra más personal... como para no deprimirse. De todas formas, esto no impidió que dirigiera, antes de su retiro en los años 40, hacia mediados de los 30, una serie de películas que, aunque en su día no tuvieron mucho éxito, hoy en día son consideradas, al igual que "Freaks", grandes películas del género fantástico. Tras "La marca del vampiro", en 1935, al año siguiente le llegó el turno a "Muñecos infernales", adaptación de la novela de Abraham Merritt "Arde, bruja, arde". La novela original de Merritt contenía elementos que ninguno de los grandes estudios cinematográficos de la época toleraba, como el suicidio o la magia negra, y como Browning seguía con la MGM como compañía que producía sus trabajos, se vió obligado a cambiar algunas partes de la novela original, suprimiendo los elementos antes mencionados y, a fin de cuentas, siendo más o menos fiel a su contenido. Además, introdujo en su adaptación una serie de características muy propias de sus películas o, mejor dicho, de sus últimos trabajos en su nada desdeñable filmografía...


Ficha técnica:

Título: Muñecos infernales

Título original: The Devil-Doll

Año: 1936

Duración: 79 min.

País: Estados Unidos

Director: Tod Browning

Guión: Garrett Fort, Guy Endore, Erich von Stroheim (Novela: A. Merritt)

Música: Franz Waxman

Fotografía: Leonard Smith (B&W)

Reparto: Lionel Barrymore, Maureen O'Sullivan, Frank Lawton, Robert Greig, Lucy Beaumont, Henry B. Walthall, Rafaela Ottiano

Productora: MGM / UA

Género: Ciencia ficción. Terror. Fantástico.


La película comienza con la fuga de prisión de Paul Lavond (Lionel Barrymore), un antiguo banquero, y Marcel (Henry B.Walthall), un científico de avanzada edad que, al igual que su compañero de fuga, ansiaba escapar para continuar con el plan que tanto tiempo llevaba perpetrando entre rejas. Pero mientras el plan de Paul consiste en llevar a cabo una venganza contra los tipos que, además de quitarle toda su fortuna, le inculparon de crímenes que él no había cometido, el plan de su viejo acompañante es, como pronto descubrirá Paul al llegar al hogar de éste, cercano a las pantanosas aguas del río por el que escaparon, finalizar un experimento inaudito.

Un experimento que ha estado perfeccionando su mujer, Milita (Rafaela Ottiano), mientras su esposo se encontraba encerrado en prisión, el cual consiste en una fórmula que reduce de tamaño a cualquier ser vivo, hasta hacerlo de no más de unos 20 cm. de estatura. Tras probarlo con animales, deciden usar a su criada como conejillo de indias, a quien transforman en un diminuto ser que, al igual que el resto de los animales con los que han experimentado, tras el proceso de reducción, pierde toda su voluntad, pasando a ser una simple marioneta que obedece a la voluntad de los que la han reducido de tamaño.

Marcel, por causas inexplicables, sea por cansancio, o por locura, acaba muriendo delante de su esposa y del que fue su compañero de fatigas en prisión, y es entonces cuando Paul, aprovechándose de la situación, logra convencer a Milita para que le acompañe a París, ciudad en donde residen los tres tipos que le encerraron sin más motivo que el de enriquecerse a costa de su libertad y posición social. Una vez en la capital, Paul adopta la identidad de madame Mandelip, disfrazándose de una ancianita al cargo de una juguetería; una viejecita que no dudará ni un instante en vengarse a través de dicha tapadera, a través de sus "muñecos" vivientes...


De primeras, cuando leí la sinopsis de "Muñecos infernales", pensé que estaba ante un claro precedente de ese éxito de los 80 que muchos conocemos, "Muñeco diabólico", sólo que con la diferencia de que habría más de un muñeco asesino, y que éstos tendrían una especie de cabecilla, un prófugo disfrazado de viejecita... Bueno, pues tampoco me alejaba mucho de esa idea, con la diferencia de que aquí los muñecos no eran muñecos, sino humanos reducidos de tamaño que se hacían pasar por muñecos, y cuya única voluntad era la del humano que les daba órdenes, o sea, Paul Lavond. Si en otras películas este concepto se usaría para ofrecernos a un tipo desquiciado que usa a sus "muñecos" como herramientas para matar por placer, cual psicópata con un cuchillo o una pistola, aquí solamente los utiliza para deshacerse de aquellos que arruinaron su vida. Dicho de una forma más clara y simple: Paul Lavond se presenta como un buen tipo. Rencoroso, mucho; pero un buen tipo, al fin y al cabo. Un hombre que, tras permanecer encerrado durante unos 20 años por un delito que nunca cometió, decide tomarse la justicia por su mano, siendo, en todo momento, consciente de las consecuencias que esto acarrea.

Es curioso como hoy en día se nos dice que la venganza es algo malo, que no lleva a ninguna parte, etc, etc... Pero en esta película parece que se nos pretende transmitir, al menos en un principio, lo contrario. Además, me encanta que la verdadera protagonista, el alter ego de Paul, madame Mandelip, tenga tal carisma que hace que enseguida conectemos con ella; con esa entrañable viejecilla, tan simpática (y letal). De hecho, el actor Lionel Barrymore bordó el papel. Sin apenas maquillaje encima, portando tan sólo una peluca grisácea, unas gafas mal colocadas y viejos ropajes, y adoptando una pose encorvada al mismo tiempo que hablaba con voz de anciana, consigue ofrecernos un personaje creíble. Hay momentos en los que uno se olvida de Paul Lavond, su identidad secreta, pensando que tan sólo existe madame Mandelip, vendedora de juguetes para niños. Además, como venía diciendo, tal es su carisma que enseguida nos cae bien, deseando que lleve a cabo su venganza, por inmoral que ésta sea. Durante toda la historia lo que queremos es que se la devuelva con creces a los que la fastidiaron. Perdón, a los que le fastidiaron. En otras películas se usaría al personaje de madame Mandelip como claro ejemplo de que la venganza es algo malo. Aquí no, para nada.


Queda claro que la historia de "Muñecos infernales" gira en torno a la venganza. Así que, dicho esto, además de estar ante una historia de venganza, estamos, también, ante una historia de fantasía, con conceptos más cercanos al cine de ciencia ficción que al de terror. Pero, ojo, Paul Lavond tampoco es un hombre consumido por la venganza... Uno de los aspectos más interesantes de su personalidad es que también siente amor, un gran aprecio hacia los familiares que dejó atrás; su madre, quien tras el encierro de su hijo pasó a vivir en unas condiciones un tanto deplorables; y su hija, quien desde que su padre fue encerrado, sufrió el acoso por parte de sus compañeros de colegio, quienes la tachaban de ser la hija de un delincuente, marginándola, haciéndola la vida imposible, además del hecho de que su madre, o sea, la esposa de Paul, acabó cometiendo suicidio al no poder soportar todo lo que estaba pasando a su alrededor.

Hay un momento clave en la película. Éste se produce cuando Paul, disfrazado de madame Mandelip, va a visitar a su madre, y da la casualidad de que, pocos instantes después, aparece su hija, agotada tras una dura jornada de trabajo en la lavandería en la que, a duras penas, se gana la vida. Mandelip, o sea, Paul, escucha de labios de su hija como ésta odia a su padre, creyéndose a pies juntillas todas las noticias que difamaron a su progenitor. Es en ese momento cuando Paul toma una tajante decisión, la cual contemplamos, de forma quizás algo indirecta, al final del metraje.


Tod Browning insufló al film de una serie de conceptos propios de sus últimos trabajos, de entre los cuales destacaba esa forma que tenía de hacer que el espectador, a pesar de estar ante un personaje tachado por la sociedad como diferente, marginal, etc., sintiera, en cierta forma, aprecio hacia él. Hacia una persona que, al igual que todos aquellos personajes de feria que salían en "Freaks", había sido marginada y torturada por la sociedad, y, desgraciadamente, la venganza es de los pocos sentimientos que le quedan...

El aprecio hacia el diferente, hacia el marginado, por así decirlo, fue un concepto relevante en "Freaks", y aquí, una vez más, en cierta forma, se repite. Tan sólo hay que ver como nos encariñamos rápidamente con la otra personalidad de Paul, la cual es, ya de por sí, bizarra; o, igualmente, con Milita, una mujer tan loca como su esposo, un científico loco, que camina apoyándose en una gran muleta y tiene un gran mechón blanco en el pelo. A sus órdenes está una criada que padece cierto retraso mental. Esta criada, al poco de encoger de tamaño, cambia completamente de apariencia, pasando de ser una chica de las del montón (tirando a fea) a todo un bellezón en miniatura; una belleza en contraposición a su personalidad y voluntad, que son, directamente, nulas. ¿Pretendería Browning decirnos con esta metamorfosis en algo bello que las guapas, cuanto más guapas son, menos personalidad tienen, o qué?


Los efectos especiales, que seguramente fueron impresionantes para el público que vio la película en 1936, estaban hechos a partir de técnicas de sobreimpresión de imágenes, dando así un toque totalmente realista a las miniaturas, tanto de animales como de personas, que se movían en pantalla. Además, para algunas escenas, como aquella en la que vemos como uno de los humanos reducidos de tamaño se dispone a paralizar a la próxima víctima de Paul, se utilizaron decorados enormes, gigantes, perfectamente detallados, los cuales fueron ubicados en el plató número 12 de la MGM, uno de los lugares más espaciosos de los estudios.


La verdad es que me sorprende que Browning, a pesar de encontrarse desmotivado, dirigiera sus películas con tan buenos resultados, más si se tiene en cuenta que ésta la rodó en poco más de un mes... El problema es que en su estreno fue, al igual que sus últimos films, un fracaso en taquilla, no llegando a recaudar ni lo que le costó hacerla... Tras esto, Browning dirigió una película más, y se retiró del mundo del cine en los años 40.

Es una lástima que, años después de su muerte, en los años 60, comenzara a ganar la fama y el reconocimiento a nivel internacional que nunca tuvo en vida. Películas que él consideraba trabajos menores, como "Drácula", fueron un éxito; y, por el contrario, películas que veía como lo mejor de su carrera, como "Freaks" o la presente, fueron no sólo un fracaso en taquilla, sino que también, y, sobre todo, en el caso de "Freaks", fueron atacadas brutalmente por la crítica, hasta el punto de ser consideradas como productos de mal gusto...

En fin, un director que, en vez de rendirse a los grandes estudios y dirigir películas que no eran de su estilo, como la mencionada "Drácula", prefirió retirarse a tiempo. Una decisión que, en mi opinión, resulta ejemplar. Tan ejemplar como "Muñecos infernales", el cual es, posiblemente, uno de sus mejores trabajos dentro del cine sonoro, al cual, tardíamente, supo adaptarse. Una película entretenida, que a pesar de su duración no se hace pesada en ningún momento, con un/a protagonista carismático/a, etc... Recomendada, sin duda.


Valoración personal: 8/10.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema con el asunto de si la venganza es buena es que muchas veces la gente no sabe distinguir la busqueda de justicia de la venganza.

Un vengador no duda en dañar inocentes en su búsqueda y cometer crimenes peores que aquellos que se le infringieron.

El justiciero procura no dañar a los inocentes en su labor e inflinge un castigo apropiado al crimen del que quiere desquitarse.

Alfredo Ojeda dijo...


Gran pelicula, con efectos increibles para la eppoca.