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martes, 29 de noviembre de 2011

M, el vampiro de Düsseldorf




En el ciclo de cine de terror que he iniciado, partiendo de los años 30, en este blog (aunque ya he hablado de alguna que otra película del género posterior a esa década), también tendrán cabida las películas de asesinos en serie, también conocidos como psycho-killers, aunque sus temáticas, en ocasiones, estén más cercanas a las de un thriller que a las del terror. ¿Y qué mejor forma de empezar a hablar de este subgénero que con el ejemplo más remoto de psycho-killer en el cine, el cual es, a la par, uno de los mejores largometrajes de la historia? Decir esto último no es algo extraño, ya que hablar de una producción dirigida por Fritz Lang es hablar, al fin y al cabo, de una obra maestra más en su excelente, extensa y admirable filmografía. Muestra de ello algunas que ya había realizado antes de la presente, como la sublime "Metropolis" o la igualmente magistral "Los nibelungos". En cuanto a "M, el vampiro de Düsseldorf", se trata, pues, de la primera toma de contacto del director con el cine sonoro, desvinculándose, técnica y argumentalmente hablando, de anteriores producciones en varios aspectos, siendo el tema a tratar, en este caso, el de un asesino en serie con serios problemas mentales, entre otras cosas...

En mi opinión, a lo largo de la historia del cine, tres han sido las mejores películas de psycho-killers: "Psicosis", de 1960; "El silencio de los corderos", de 1991; y la presente, "M"; curiosamente, las tres se llevan, apróximadamente, treinta años de diferencia (¿veremos algún peliculón con algún psycho-killer estrella en el 2020? Viendo el panorama actual, lo dudo mucho, muchísimo...) Pues bien, de todas ellas, sin duda, la de Lang es la mejor. A pesar de haber sido injustamente olvidada por un amplio sector del público, es de esas películas que hay que ver al menos una vez antes de morir...

Ficha técnica:

Título: M, el vampiro de Düsseldorf

Título original: M

Año: 1931

Duración: 111 min.

País: Alemania

Director: Fritz Lang

Guión: Thea von Harbou, Fritz Lang

Música: Edvard Grieg

Fotografía: Fritz Arno Wagner (B&W)

Reparto: Peter Lorre, Otto Wernicke, Gustav Gründgens, Theo Lingen, Theodor Loos, Georg John, Ellen Widman, Inge Landgut

Productora: Nero Film

Género: Thriller. Drama. / Crimen. Asesinos en serie. Expresionismo alemán.

"M, el vampiro de Düsseldorf" fue estrenada originalmente en la Alemania de 1931, o lo que es lo mismo, la Alemania de la República de Weimar, previa a la llegada de Adolf Hitler al poder, y, por consiguiente, previa a todos los hechos que desembocarían en la II Guerra Mundial. Por entonces, el panorama de Alemania era, cuanto menos, desolador... Un sistema político que no conseguía sacar al país de la inmensa crisis en la que se hallaba tras su derrota en la I Guerra Mundial, un gran índice de desempleo y una hambruna presente en todo momento entre la población, eran algunos de los muchos motivos por los que el país, en tal estado, acabó decantándose por el partido nazi encabezado por Hitler, el cual estaba en pleno auge. Hablar, superficialmente, de estos hechos históricos es algo oportuno, ya que en esta ocasión, el film de Lang era un claro reflejo de la situación sociopolítica alemana. Además, muchos de sus elementos podían ser interpretados como una especie de crítica no sólo social, si no también hacia los grandes poderes que regían (o regirían) el país, como comentaré más adelante...

En esta ocasión, nos hallábamos ante una producción que, a diferencia de las de la Universal, era de origen europeo. Esto lo menciono porque en Alemania no existía un riguroso código de producción, como el código Hays, que limitaba los contenidos de los films, así como las temáticas que en ellos se trataban. De ahí que Lang pudiese iniciar, sin ninguna intromisión de por medio, su película del asesino. En un principio, se titularía "El asesino está entre nosotros"; pero, al poco, movido por la reacción negativa que este título causó en la sociedad, lo cambió a uno mucho más simple: "M", inicial del apelativo "mörder", que traducido al español sería "asesino". La historia estaba basada en hechos reales. Concretamente, en la figura de Peter Kürten, un asesino de nacionalidad alemana, autor confeso de 79 crímenes, apróximadamente, y condenado a 9 penas de muerte tras su detención. Entre sus numerosos delitos, todos de diversa índole (incendios, violaciones, etc.), destacaba el hecho de que llegara a asesinar, en un acto de monstruosidad, a niñas pequeñas, ganándose el apelativo de "el vampiro de Düsseldorf", debido a la forma en que tenía de acercarse a ellas, amablemente, quizás con un caramelo o dos, para luego, cual monstruo de ficción, cometer tal atrocidad inhumana. Finalmente, fue arrestado en 1930, y, tan sólo un año después, Lang tomó dichos sucesos como punto de partida para realizar "M".


Por tanto, la historia de "M" gira en torno a Hans Beckert (Peter Lorre), el asesino que tiene el dudoso honor de protagonizar la historia (y digo dudoso porque los actos que comete a lo largo del metraje no son, en absoluto, admirables; sino todo lo contrario, despreciables a más no poder). Aunque esté basado en el real vampiro de Düsseldorf, es necesario decir que aquí el asesino cuenta con serios trastornos psicológicos que le llevan a matar. No estamos, pues, ante un asesino que comete sus crímenes conscientemente, con frialdad; ni tampoco ante una persona que, tras haber sido testigo de como todos sus valores morales se desplomaban ante sus ojos, se dedica a cometer asesinatos pensando que no son algo malo.

Los primeros siete minutos de metraje, que bien podrían constituir un corto de gran calidad, son, simplemente, sublimes. Con un uso de la cámara que haría palidecer a cualquier producción de la época (e incluso de hoy en día), y un igualmente acertado uso de los planos, Lang nos narra como una niña pequeña, tras jugar con sus amigos a un juego tan infantil como el de "que viene el hombre del saco", recibe una llamada de atención por parte de su preocupada madre, la cual, al igual que muchas otras madres del país, vive aterrorizada y, sobre todo, preocupada de que su hija sea la siguiente víctima del asesino de niñas. Cosa que, desgraciadamente, acabará cumpliéndose, pues justo en el momento en el que ésta pequeña observa un cartel de "se busca - se ofrece recompensa", es asaltada por una gran sombra, por un tipo que se acerca amablemente a ella, entonando, silvando en todo momento unos compases de "En el salón del rey de la montaña", popular partitura del compositor Edvard Grieg.


Ante la tardanza de su hija, la cual se halla, en esos momentos, recibiendo un globo de regalo por parte del tipo que ha decidido acompañarla, la preocupada madre se preocupa más a cada minuto que pasa. Lang nos plasma a la perfección la angustia de la madre, in crescendo en relación al tiempo que pasa, como bien refleja su reloj de cuco, colocado en la pared de su sala de estar... Un in crescendo que, trágicamente, tiene su fin en el momento en el que ésta pobre madre es presa de la desesperación, al mismo tiempo que Lang alterna su estremecedor grito con el de la pelota de la niña cayendo, rodando... y con el globo que le compró el asesino enganchado en unos cables eléctricos, dando a entender así, claramente, a ojos del espectador, el destino de la pobre criatura. Sencillamente, una introducción sublime, en la que Lang, sin servirse en absoluto de escenas sangrientas o violentas, nos narra con perfecta sutileza todo lo ocurrido. A veces, miro esta escena, y pienso que mucho tendrían que aprender de ella los directores de cine de terror de principios del siglo XXI, tan empeñados en mostrar escenas desagradables y de mal gusto para perturbar (o intentar perturbar, mejor dicho) al público.


La angustia, la paranoia y la preocupación por parte de los ciudadanos alemanes es tan palpable que, irremediablemente, los cuerpos de policía se movilizan noche tras noche, peinando todos los alrededores de la ciudad, registrando local por local. Es el hecho de que la policía confíe ciegamente en que el asesino se trata de un simple maleante el que les lleva a registrar prácticamente todos los días los locales regentados por los bajos fondos, llenos de pillos, vagos y ladrones, arruinando así, significativamente, sus negocios de dudosa moral. Finalmente, tanto los altos cargos de la policía como del hampa, decidirán recurrir a medidas drásticas para arrestar al asesino y, posteriormente, juzgarlo. El problema es que mientras que la policía pretende arrestarle para luego juzgarle por medio de un tribunal; los hampones, muchos de ellos relacionados y, dicho sea de paso, ayudados por personas familiarizadas con las madres de las jóvenes víctimas, deciden tomarse la justicia por su mano, o, lo que es lo mismo, vengarse.

Sin ánimo de repetirme, he de decir que el poder de las imágenes de Lang ha traspasado las barreras del tiempo, siendo una película que, vista a día de hoy, aún consigue sorprender, dada su antigüedad. De hecho, bien podría haberse rodado hoy en día una película similar, en blanco y negro, que lejos estaría de alcanzar las cotas de calidad que sí consiguió alcanzar "M". Como film alemán de principios de la década de los 30, erróneamente ha sido calificado como uno de los máximos exponentes en el movimiento cinematográfico conocido expresionismo alemán, surgido poco después de la I Guerra Mundial. Esto puede ser debido a la presencia de Arno Wagner, quien estuvo al cargo de la elaborada fotografía, la cual era, sin duda, legado de dicho movimiento, aunque se intentara desmarcar de este tipo de estética hacia un expresionismo más conceptual que formal. Así mismo, vemos algunos elementos propios del cine de Lang: un uso magistral de los claros y sombras, planos inolvidables, así como algunas figuras arquitectónicas que, aunque estén lejos de lo que se nos mostró en la impresionante urbe futurista de "Metropolis", si dejan claro el particular gusto que sentía el director por la arquitectura moderna.


Además, nos encontramos, como ya he dicho en la introducción, con el primer trabajo del director en contar con sonido; virando bruscamente en relación a anteriores producciones mudas de su cosecha, no sólo por el simple hecho de contar con este, por entonces, nuevo elemento, sino también en la forma de tratar las escenas, algunas de ellas encadenándose entre sí gracias a la presencia del sonido. Durante los 111 min. que dura la cinta (posteriormente fue cortada, para luego, décadas despues, en la actualidad, ser restaurada en la versión actual en DVD), no se escucha ninguna melodía, lo cual resulta acertado, haciendo que la ambientación, de acorde con lo que se nos narra, sea más efectiva. Únicamente escuchamos sonidos, tales como los pitidos de los coches, los pasos de la gente, voces, y, cómo olvidarlo, el mencionado fragmento de la partitura de Greig, silvado por el asesino protagonista; aunque, en la realidad, quien lo silvó fue el propio Lang. Dicho silvido es realmente perturbador... Un silvido alegre, feliz, en relación con la escena que se está desarrollando; pero en total contraposición con lo que el espectador sabe que está por venir... Un silvido que, ateniéndonos a la partirura, alcanza su cénit con el derramamiento de sangre (algo que, repito, no llegamos a ver). A todo esto, recomiendo fervientemente ver la película en versión original subtitulada, ya que, aunque el doblaje en español no sea malo, sí que cometieron el gran error de añadirle melodías a algunas escenas, estropeando así el resultado final.

Otro de los aspectos que más me gustan es que, desde un principio, conocemos la identidad del asesino. Aunque decir "desde un principio" quizás no sea lo correcto, ya que la primera vez que vemos su rostro en todo su esplendor es cuando, en ese mismo instante, uno de los altos cargos policiales comienza a describir su posible perfil criminal... Un rostro acompañado de una pose que nos hace intuir que el asesino es, posiblemente, un perturbado mental. Con esto, se nos dejaba claro el objetivo de Lang: que el espectador no se centrara en adivinar quién era el asesino, sino en su perfil psicológico; en cómo era, en por qué mataba... Algo que, en un revisionado de la cinta, hace que ésta gane en interés. De hecho, "M" es de esas películas que, una vez terminado su primer visionado, a uno le entran ganas de volver a ver (al menos en mi caso).


La verdad es que si me paro a pensarlo, la película está llena de parentescos psicológicos, o, dicho de otra forma, de paralelismos... Por una parte, tenemos al cuerpo de policía, y, por otra, a los altos cargos del mundo del hampa, ambos reunidos en distintos lugares, ambos planeando... Dos organizaciones, una legal y otra ilegal, que aunque en un principio parezcan tan distintas entre sí, demuestran no serlo, moviéndose prácticamente al unísono a la hora de elaborar intrincados planes para capturar al asesino. Finalmente, los hampones, en un ardid de astucia, demuestran ser más inteligentes incluso que las propias fuerzas de la ley. Otro paralelismo más significativo, y, sobre todo, impactante, gracias a la sublime actuación de Peter Lorre como Hans, quien bordaba el papel, es el que tiene lugar cerca del final, con una sociedad ávida de sangre quienes, dejándose llevar por sus más bajos instintos, demuestran, como bien da a entender el criminal, no ser tan distintos de un asesino con problemas mentales. Sin duda, el componente de crítica social de su tiempo está bien presente.

Pero lo que de verdad me sorprende es ese carácter premonitorio imperante en todo momento. Y digo premonitorio porque muchos de los hechos que tienen lugar en "M" se llegaron a cumplir, por increíble que parezca, en la realidad (como se suele decir: a veces, la realidad supera a la ficción). Por ejemplo, esa paranoia que invade a toda Alemania en el film, en la que cualquier individuo, por inocente que sea, es tachado de sospechoso, incluso agredido por una masa de gente enfurecida, con ansias de venganza, con ansias de desahogarse... Años después, ya en la realidad, en ese mismo país, se produjo una caza de judíos descomunal, en la que cualquier individuo podía ser tachado de judío, aunque no lo fuera, quizás por tener algún parentesco lejano con los practicantes del judaísmo... Curiosamente, Peter Lorre era judío, y, por miedo a los nazis, de la misma forma que en su rol de Hans escapaba de una encolerizada sociedad que le intentaba atrapar tras cada asesinato para ajusticiarle, acabó huyendo de Alemania. A pesar de que "M" fuese prohibida por los nazis en 1934, quizás debido a la malinterpretación del título original, que recuerdo, era "El enemigo entre nosotros", y a la igualmente errónea interpretación de su crítica social, el mismísimo Adolf Hitler admiraba la forma conque Lang transmitía lo que pretendía transmitir, queriendo así adjudicarle un puesto para que realizara sus, a día de hoy, infames películas propagandísticas. Muy a su pesar, el dictador no cumplió su objetivo, ya que Lang, dos años después que Peter Lorre, huyó también de Alemania.

Hablaría mucho más del impactante final del film, más profundamente, etc.; pero, sin la menor intención de arruinároslo, tan sólo puedo concluir diciendo que, simplemente, si queréis ver una gran película de terror (aunque ubicarla en este género es harto discutible, ya que por su temática y planteamientos es más cercana al cine negro que realizaría posteriormente el mismo director), inteligente y con contenido, mirad "M, el vampiro de Düsseldorf". Una película que, tantas décadas después, milagrosamente, se mantiene tan fresca e impactante a través de sus imágenes como el día de su estreno. Un antes y un después en la filmografía de Lang, y, aunque ya se haya dicho en multitud de medios, no viene de más decirlo de nuevo: "M, el vampiro de Düsseldorf" es, sin lugar a dudas, una auténtica obra maestra del séptimo arte.

Valoración personal: 10/10.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver si encuentro el DVD para poder verla.

Waldemar Daninsky dijo...

Una y más veces hay que verla, sin duda.
Suscribo lo dicho sobre su relación con las otras dos grandes del mismo género, aunque no se puede negar que Psicosis tiene el toque Hitchcock y que el dr. Lecter es el caníbal más culto y educado que jamás hemos visto.
Es muy original la idea de que los malhechores "de toda la vida" se unan contra el nuevo criminal, para así alejar a la policía de sus dominios. Sin duda saben, como Sam Jaffe en La jungla de asfalto, que la policía no es de fiar, pues en el momento menos pensado se pone de parte de la ley.
Me recuerda a dos grandes películas españolas de terror: El cebo, por el tema del asesino de niñas, y Pánico en el Transiberiano, por la asociación del asesino con la música.
Desde luego, Fritz Lang es perfectamente comparable a la Triple H (Hawks, Hitchcock, Houston) e incluso a Kubrick, aunque sea, injustamente, mucho menos conocido.