ATENCIÓN, AVISO PARA HISPANOHABLANTES: RECOMIENDO ENCARECIDAMENTE VER LAS PELÍCULAS Y SERIES AQUÍ RESEÑADAS EN VERSIÓN ORIGINAL SUBTITULADA EN ESPAÑOL (V.O.S.E.)

domingo, 19 de febrero de 2017

Lecturas y visionados de Febrero de 2017


LOS CÓMICS QUE HE LEÍDO

orange (Ichigo Takano)


Antes de escribir mis impresiones sobre este manga, he de decir que no suelo leer shôjo. No porque sea un género que no me gusta, ya que pienso que es un error decir "me gusta el manga" y luego cerrarse a ciertos géneros, sino porque a diferencia del shônen y del seinen muy pocos shôjo logran hacer que me interese por ellos. No fue el caso de orange, un shôjo cuya premisa argumental, la cual mezcla la típica historia de romance en el instituto con viajes en el tiempo, me llamó bastante la atención. Además, tampoco es un shôjo muy largo, sólo consta de cinco tomos, y eso es un plus a la hora de adentrarme en los terrenos de un género de manga con el que no estoy muy familiarizado todavía.

En general la lectura de orange me resultó amena. A lo largo de la historia me encontré varios tópicos por los que se caracteriza el shôjo manga, y cuando comencé a tener la sensación de que dichos tópicos se me estaban atragantando (ya dije unas líneas más arriba que aún no estoy muy familiarizado con este género) tan sólo me quedaba un tomo para finalizar la serie, por lo que su extensión de cinco tomos me pareció de lo más oportuna. orange termina donde debe terminar, su duración es la apropiada y la historia no se va por las ramas, y lo que más me gustó de esta serie, temática de viajes en el tiempo y realidades paralelas aparte, es cómo aborda un sentimiento bastante común en los seres humanos: el arrepentimiento. Y es que muchos de nosotros solemos pensar qué sería de nuestras vidas de haber actuado de forma diferente en el pasado. ¿Tendríamos una vida mejor, peor o simplemente diferente?

orange es una de esas obras que no me han encantado pero tampoco me han aburrido lo más mínimo. Me ha parecido un manga de lo más correcto y estoy seguro de que a los amantes del shôjo les encantará.

Green Blood (Masasumi Kakizaki)


Hay un dicho que dice que los mejores westerns son los que no se han hecho en América. Películas como El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo) o cómics como Blueberry refuerzan esta afirmación, pero no es del todo cierta si uno tiene en cuenta películas como Sin perdón (Unforgiven), de Clint Eastwood, o Grupo salvaje (The Wild Bunch) de Sam Peckinpah, así como los grandes clásicos del western estadounidense, tanto en cómic como en cine, de los que bebían directamente los artistas europeos. He de confesar que cuando la editorial Milky Way anunció la licencia de Green Blood este manga no me llamó especialmente la atención. Recuerdo que le dije a un colega: "¿un japonés haciendo un western? ¡Es como si un americano hiciera un cómic de samuráis!" Pero si me paro a pensarlo, eso es una chorrada, puesto que Blueberry es un cómic francés y los spaguetti westerns son un subgénero cinematográfico de origen italiano, y el western no es que sea algo tan francés como el champán ni tan italiano como la pasta. Además, hay grandes cómics de samuráis hechos en territorio estadounidense, como Usagi Yojimbo, de Stan Sakai, o Ronin, de Frank Miller, entre otros. En definitiva, en lo que a géneros se refiere, la nacionalidad importa un bledo.

Después de esta introducción sobre la impresión inicial que tuve al enterarme de la existencia de Green Blood, he de decir que la obra me ha encantado. Green Blood está compuesta por cinco tomos, por lo que estamos ante una serie corta, aunque al terminar de leerla tuve la sensación de que había durado un poco más, ya que tardé en leer cada tomo más de lo que suelo tardar en leer un tomo manga. Y no porque hubiese mucho texto, como sucedía en Bakuman, sino por el dibujo. Es impresionante, con un nivel de detalle soberbio. Creo que, con permiso de Vagabond y Berserk, no he visto un manga con un dibujo tan sumamente detallado en mi vida. En manos de otro artista habría tardado mucho menos en leer este manga, pero es que el dibujo de Kakizaki es, repito, tan sumamente detallado que uno puede tirarse varios minutos observando simplemente las sombras de los ojos de un personaje o la textura del cañón de una pistola. Por muchos es sabido que el dibujo de Kakizaki es prácticamente perfecto. Los personajes tienen unos rasgos faciales típicos del dibujo japonés convencional en vez de unos rasgos realistas, pero esto es porque el autor quiere que sus personajes luzcan así. Como en otras obras de Kakizaki, los personajes están dibujados de tal modo que de un primer vistazo sabemos quién es bueno y quién no lo es.

En cuanto a la historia, al principio recuerda poderosamente a la película de Martin Scorsese Gangs of New York, ya que durante la primera mitad del manga esta está ambientada en el Nueva York de los años 60 del siglo XIX; pero luego, durante la segunda mitad, el dúo protagonista abandona esta gran ciudad para emprender una aventura hacia el oeste americano con el fin de consumar una venganza. Es a partir de aquí cuando Green Blood deja de ser una especie de versión manga de Gangs of New York para pasar a ser un western crepuscular con todas las de la ley. Al igual que en los westerns crepusculares, en Green Blood Kakizaki no se corta un pelo a la hora de mostrarnos con toda la crudeza del mundo cómo era la vida en los Estados Unidos del siglo XIX, tanto en la gran ciudad como en el campo, y así de paso echar tierra sobre grandes mentiras como la del sueño americano, Estados Unidos tierra de la libertad, etc.

Como decía al principio de esta reseña, tenía mis dudas sobre Green Blood porque era la primera vez que me topaba con un manga sobre el viejo oeste; pero Kakizaki demuestra sobradamente en esta obra ser un gran fanático del western, introduciendo en ella muchos de los tópicos del género, como el pistolero marcado por un oscuro pasado que busca venganza, el joven al que la vida le lleva a empuñar un revólver y resulta tener una habilidad insólita usándolo, los valientes guerreros indios que reclaman sus tierras, el tema de los negros y la esclavitud, etc. A pesar de todos estos tópicos inherentes al género, la obra no me resultó previsible como Bestiarius, otro título de Kakizaki con un dibujo soberbio pero que se me atragantó debido a su historia sumamente previsible.

Como decía, al terminar de leer Green Blood tuve la sensación de que había leído una serie de más de cinco tomos, y es una sensación bastante grata, ya que el manga me estaba encantando tanto que me dio lástima que durara tan poco. El final podríamos decir que es como Hokuto no Ken pero con pistolas. En el asistimos al enfrentamiento final entre el protagonista y el villano de quien se quiere vengar. He de decir que este villano me encantó; es como una mezcla entre Raoh de Hokuto no Ken y Barbanegra de One Piece, y al igual que este último personaje, también tiene su banda compuesta por auténticos indeseables, cada uno de ellos especializado en el uso de un arma determinada.

Green Blood es un manga notable, sobre todo a nivel visual. Os lo recomiendo independientemente de si sois o no sois fans de los westerns. Ya sólo por el dibujo es una obra de arte.

LAS PELÍCULAS QUE HE VISTO

Flores de equinoccio (Higanbana, Yasujiro Ozu, 1958)


Todas las películas de Yasujiro Ozu, director de insólita sensibilidad, son una maravilla. También me resulta difícil hablar de ellas de buenas a primeras, ya que son de esas películas que veo y me transmiten una serie de sensaciones positivas que me alegran el alma, pero me cuesta explicar con certera exactitud por qué me alegran tanto. Esa es la magia de Ozu. Además, a simple vista puede parecer que todas sus películas son muy parecidas y que apenas hay diferencias entre ellas, por lo que estas ganan notablemente a la hora de ser revisadas, ya que es en los revisionados cuando el espectador ve más allá de lo que Ozu muestra de forma sutil en pantalla, apreciando así con mayor claridad las diferencias entre las películas de su más que notable filmografía. Y es que Ozu era un director que, manteniéndose siempre fiel a su estilo único y particular, dominaba la sutileza como nadie.

Al igual que otras obras maestras de Ozu, Flores de equinoccio es costumbrismo japonés en estado puro. La familia y las relaciones entre padres e hijos también se dan cita en este film. El protagonista es un hombre de negocios, aparentemente progresista en sus ideales y muy bueno a la hora de dar consejos sobre el amor y la familia a los demás; sin embargo, esos consejos no se los aplica a sí mismo cuando ha de afrontar la decisión de su hija de casarse sin su consentimiento. Estamos, pues, ante una obra de Ozu en la que este director aborda el choque entre la generación de preguerra y la de posguerra, así como el modo en el que las nuevas ideas occidentales trataban de imponerse sobre las antiguas tradiciones en un país tan anclado en lo tradicional como Japón. Lo más destacable y curioso de esta película tan bonita es que el choque intergeneracional se produce sin ningún tipo de violencia verbal o física, sino de forma educada, y el progreso se implanta en Japón de la forma más pacífica y sutil posible, sin escándalos o revueltas de por medio.

Flores de equinoccio me alegró la tarde y su visionado se me hizo muy ameno a pesar de que no contara nada del otro mundo, y es que pocos maestros como Ozu podían hacer del día a día y de lo sencillo algo tan sumamente bello y agradable de ver.

Vengadores: La era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, Joss Whedon, 2015)


Los blockbusters actuales no son lo mío. La inmensa mayoría me comienzan a aburrir a partir de la primera media hora de película apróximadamente. Algunos antes, incluso. Me interesan otras propuestas cinematográficas. Entonces, si los blockbusters actuales no son lo mío, ¿qué es lo que me llevó a ver la segunda parte de los Vengadores? Dos motivos. En primer lugar, Los vengadores me gustó bastante y la vi unas tres o cuatro veces, así que, ya puestos, decidí darle una oportunidad a esta segunda entrega, a pesar de que mis expectativas no eran muy altas tras haber visto las anteriores películas de la fase dos de Marvel Studios. En segundo lugar, y este es el principal motivo, algún día tenía que terminar dicha fase dos, así que aprovechando que ya hacía tiempo que había desaparecido la incómoda presión que ejercía el hype que se creó en torno a esta película, decidí verla cómodamente, a mi aire, siendo consciente de que la veía porque me apetecía realmente y no por la presión del hype.

Comencé a ver Vengadores: La era de Ultrón simplemente para desconectar y relajarme ante la pantalla, tampoco le iba a pedir peras al olmo, y así fue durante la primera hora de película. A partir de ahí, cada minuto de película se me hacía más pesado, y durante la media hora final tuve que hacer varias pausas para poder terminarla. Creo que el principal fallo de esta segunda entrega es que va demasiado al grano. Los acontecimientos suceden tan rápido que al espectador no le da tiempo a digerirlos, y en más de un momento tuve la sensación de que se saltaban escenas relevantes dentro de la historia. La película intenta involucrar al espectador en la trama pero no lo consigue. Hay muchos momentos cómicos, románticos y dramáticos metidos con calzador prácticamente de forma aleatoria, y todo para agradar al mayor número de espectadores posible. Lo peor es que los chistes son simplones y las escenas dramáticas son muy tópicas y no conmueven en absoluto.

En cuanto a las escenas de acción, hay algunas que molan, como la de Hulk contra Iron Man en la armardura Hulkbuster, pero no hay contexto, por lo que uno no se siente involucrado cuando las está viendo. Otro problema de las escenas de acción es el típico de muchos blockbusters actuales: a uno le cuesta seguirlas. El montaje en este tipo de escenas es tan frenético, incoherente y, en definitiva, chapucero que es prácticamente imposible enterarse de lo que está sucediendo en pantalla. Al final, viendo Vengadores: La era de Ultrón me sentía como si estuviera viendo un trailer de más de dos horas. Durante la primera hora de película aguanté su visionado sin contratiempos. Como decía, comencé a verla para relajarme simplemente; pero a partir de la primera hora de metraje dicha sensación de estar viendo un trailer muy largo se me acabó haciendo cada vez más pesada y acabé saturado.

Vengadores: La era de Ultrón es un batiburrillo fílmico. Y de los grandes. Me gustaría ser más benevolente y decir que para relajarse frente a la pantalla sin más está bien, pero entonces estaría mintiendo, ya que sólo fue así durante la primera hora. Como suelo decir, vista la primera película de Los vengadores, vistas todas las de Marvel. Dudo muchísimo que vea la fase tres. Mi interéres es ya prácticamente nulo.

LAS SERIES QUE HE VISTO

Midnight Diner: Tokyo Stories (Shin'ya shokudou: Tokyo Stories, Joji Matsuoka, Nobuhiro Yamashita, 2016)


Una auténtica delicia de dorama japonés, y una de esas series que estaban en Netflix pero de las que no sabía absolutamente nada hasta que mi amiga Katrana Belmont me la recomendó a sabiendas de que me iba a gustar mucho, como finalmente sucedió (en el canal de YouTube de Katrana podéis ver su TOP de las mejores series de 2016, entre las que se encuentra este dorama. Podéis acceder  a dicho TOP pinchando aquí).

Midnight Diner: Tokyo Stories está formada por episodios autoconclusivos que tienen un nexo en común: un izakaya (típico bar japonés) regentado por un tipo con una extraña cicatriz en el ojo izquierdo. A este izakaya acude gente de lo más peculiar, y cada uno de los capítulos está protagonizado por distintos clientes de este establecimiento tan curioso. La estructura en todos los capítulos es prácticamente la misma: se presentan en dicho izakaya uno o varios clientes que tienen algún problema, a lo largo del capítulo lo van solucionando mientras el dueño del local se limita a observarlo todo como si fuera una especie de presencia divina, y al final se soluciona el problema, aunque a veces al dueño no le importa hacer de psicólogo y dar algún consejo. Como coletilla final, cada capítulo termina con los clientes que lo han protagonizado dando felizmente las buenas noches, no sin antes ofrecer trucos culinarios para mejorar el sabor del plato que han estado consumiendo a lo largo del episodio. Al contrario de lo que pueda parecer, en esta serie la comida no juega un papel esencial como sí sucede en otras obras, como por ejemplo en el manga Oishinbo à la Carte, donde la comida es el elemento central.

Midnight Diner: Tokyo Stories es una serie perfecta para ver después de cenar, antes de irse a la cama a dormir. Viéndola me sentía como si estuviera en el interior de ese izakaya, un izakaya pequeño pero con un ambiente tan sumamente acogedor que logra traspasar la pantalla y envolver con su calidez al espectador.

Rick and Morty - Temporada 2


Recuerdo que el primer capítulo de Rick and Morty me pareció horroroso. El segundo ya me pareció un poco mejor, y el tercero mejor que el segundo. Al final, me vi la primera temporada entera, y he de decir que pocas veces me alegro tanto de haber continuado viendo una serie a pesar de que sus primeros capítulos no me gustaran. Rick and Morty terminó convirtiéndose en una de las mejores series de dibujos para adultos que había visto, por lo que tenía muchas ganas de ver la siguiente temporada.

Como era de esperar, esta segunda temporada también me ha encantado y me ha hecho reír de lo lindo. De hecho, me ha gustado más que la primera, ya que en ella ningún capítulo me pareció flojo. En la segunda temporada de Rick and Morty también nos encontramos los chistes referenciales a producciones de ciencia ficción y terror por los que se caracterizó la temporada previa; chistes que sirven como punto de partida para abordar temas de diversa índole, como el existencialismo, las creencias religiosas, el modo en que los gobiernos reaccionan ante una amenaza desconocida, las relaciones amorosas, la moral... Rick and Morty triunfa de lo lindo mezclando humor inteligente con humor negro y escatológico, lo cual demuestra que en las manos apropiadas estos dos tipos de humor tan diferentes entre sí no se repelen. Rick and Morty es una auténtica maravilla. Con ganas de ver la tercera temporada, la cual, por lo visto, está a la vuelta de la esquina.

Kaiba (Masaaki Yuasa, 2008)



Kaiba es un anime que me habían descrito como una especie de mezcla entre Osamu Tezuka y droga pura, y como una de esas series que o las adoras, o las odias. Teniendo en cuenta que se trata de un anime a cargo de Masaaki Yuasa, director de auténticas rarezas dentro de la animación japonesa como MindgameKemonozumeThe Tatami Galaxy y Ping Pong, ya queda claro que estamos ante un anime atípico tanto a nivel visual como argumental.

La historia está ambientada en un futuro lejano, y, como futuro lejano que es, el contexto en el que se desarrolla la trama nos hace sentirnos tan desubicados como el protagonista, un joven que se encuentra en estado amnésico en medio de un mundo que no recuerda, ya que sus recuerdos le han sido sustraídos. Y es que en ese futuro los recuerdos pueden ser almacenados en chip y ser transferidos a otro cuerpo, pudiendo, además, eliminar los malos recuerdos durante el proceso. Aunque el futuro sea lejano, lo primero que reconocemos en este futuro es algo que nos hace ver al ser humano como una especie fallida, y ese algo es que la abismal diferencia de clases entre ricos y pobres sigue existiendo. Así es. Por muchos miles o millones de años que hayan pasado desde nuestra época, en el mundo de Kaiba las diferencias sociales siguen existiendo y los ricos son los únicos que tienen acceso a esta forma de transferir sus recuerdos a otro cuerpo y así disfrutar del privilegio de tener una vida inmortal. Las únicas pistas que tiene el protagonista de su pasado son una fotografía de una chica, un extraño tatuaje en su tripa y un agujero en la parte donde debería estar su corazón. Es así como comienza su fascinante viaje.

En Kaiba nos encontramos con una animación que roza lo experimental, de estilo vanguardista, cuyos diseños de personajes recuerdan poderosamente a los dibujos clásicos de Disney y, consecuentemente, a los personajes de las obras infantiles de Osamu Tezuka. Pero a diferencia de Disney u obras infantiles de Tezuka como Astroboy o Kimba, el león blancoKaiba no tiene nada de infantil. La serie nos invita a la reflexión, planteándonos preguntas como "¿puede seguir siendo una persona la misma a pesar de tener un cuerpo totalmente diferente al anterior? ¿Son los recuerdos lo que hacen a la persona? ¿A mayor progreso científico y tecnológico, mayor es la deshumanización?", etc. Después de no enterarme prácticamente de nada de lo que sucedía en el primer episodio, decidí dejarme llevar  por lo que veía en pantalla y sumergirme en ese viaje psicotrópico que es Kaiba, y lo cierto es que me ventilé los doce capítulos que componen la serie en un solo día.

Kaiba es uno de esos animes que uno ve y mientras tanto piensa "nunca había visto nada igual". Es esa sensación de extrañeza, enfatizada por el estilo alternativo del dibujo, lo que puede hacer que muchos espectadores se echen atrás a la hora de continuar viendo la serie más allá del primer episodio, pero en mi caso fue lo que hizo que la devorara en tan sólo un día. Puede parecer que Kaiba me maravilló, pero lo cierto es que así fue hasta cierto punto. Decía al principio de esta reseña que este es uno de esos animes que muchos consideran como una serie que o la amas, o la odias, aunque, al igual que me sucede con otras series que según muchos sólo se pueden amar u odiar, a mí me ha parecido una serie muy buena, que no me ha encantado exageradamente pero tampoco me ha resultado aborrecible ni mucho menos.

Como decía, reconozco que Kaiba es un anime que se sale de cualquier tipo de convencionalismo, no es en absoluto típico, y los siete primeros capítulos apróximadamente me parecieron dignísimos. El problema es que a partir de ahí Yuasa decide prescindir de los personajes secundarios que aparecían en cada capítulo y encamina la trama hacia un final épico que desentona con el espíritu inicial de la serie; final que deja al espectador con un regusto amargo.

Técnicamente Kaiba no me parece una serie redonda. Visualmente es única, eso no lo duda nadie, pero el trabajo de montaje entre los planos que la componen me chirrió muchísimo. A veces, incluso prestando suma atención a lo que veía en pantalla, me costaba horrores enterarme de qué estaba sucediendo. Comprendo que esta forma en que está editada la serie es intencionada. Yuasa pretende que el espectador sienta que está ante un futuro lejano en el que cree aceptar por momentos lo aleatorio y el aparente sinsentido de todo lo que ven sus ojos; pero, a fin de cuentas, la mente humana no acepta lo aleatorio durante mucho tiempo y tiende a refugiarse en lo seguro. Si Kaiba hubiera sido una película de poco más de dos horas de duración me habría gustado muchísimo más, sobre todo si hubiese prescindido de ese final épico con superamenaza de por medio; pero un viaje psicotrópico como este durante más de tres horas me pareció algo excesivo. Aunque, todo sea dicho, la curiosidad por saber adónde iba a parar este viaje fue lo que me hizo verla prácticamente de una sentada. Películas como 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), Mulholland Drive (David Lynch, 2001) o Enter the void (Gaspar Noé, 2009) también me sumergieron en un viaje onírico-psicotrópico, pero el trabajo de montaje es muy, muy superior al de Kaiba y no me sentí perdido, por lo que aunque no comprendiera de buenas a primeras lo que estaba sucediendo en pantalla disfruté enormemente de todas estas películas la primera vez que las vi. Además, pienso que son películas que no se exceden en su duración, por lo que me resultaron fáciles de digerir. Sin embargo, el montaje de Kaiba hizo que hacia el final de la serie, cuando llevaba superadas las tres horas de metraje total, el visionado de cada capítulo se me hiciese más pesado que el anterior, así que no puedo decir que Kaiba me ha parecido una serie maravillosa de principio a fin. Me ha parecido una serie maravillosa, sí; pero sólo hasta cierto punto. Aunque quizás la causa por la que cada capítulo de Kaiba me resultara más pesado que el anterior se deba al hecho de haberme visto la serie del tirón en lugar de hacerlo en pequeñas dosis. El caso es que cuando doy con un producto audiovisual tan sumamente atípico no puedo dejar de verlo hasta el final.

Kaiba no es un anime que recomendaría de buenas a primeras. De Yuasa prefiero otros de sus trabajos, como Kemonozume. Eso sí, al ser un anime único tanto argumentalmente como visualmente, no es un anime que se olvide fácilmente. ¿Lo volveré a ver en el futuro? Quién sabe. Es probable.

REVISIONADOS DE SERIES

Madoka Magica (Mahô Shôjo Madoka Magika, Akiyuki Shinbo, 2011)


La primera vez que vi Madoka Magica, hace pocos meses, resultó ser toda una sorpresa para mí. Visualmente me pareció una auténtica maravilla, y también me encantó la forma en que la historia comenzaba de forma típica, parecida a la de cualquier otra serie protagonizada por magical girls, para después, a los pocos capítulos, adquirir un tono más oscuro y comenzar a reinventar el subgénero de las magical girls mientras ahondaba en terrenos filosóficos. Al terminar el primer visionado, Madoka Magica se convirtió automáticamente en uno de los mejores animes que había visto en mucho tiempo, aunque lo que más me llamó la atención de aquel primer visionado fue su impecable apartado técnico.

Este último mes revisé Madoka Magica, y fue una experiencia de lo más grata. Revisar este anime ha sido una auténtica delicia. Volví a deleitarme con cada uno de sus fascinantes planos, y pude apreciar mejor el mensaje que transmite sobre las leyes de causa y efecto que rigen el universo, así como el modo en que trata conceptos como la felicidad, entre otras cosas. He disfrutado tantísimo de este segundo y último visionado de Madoka Magica que la serie ha pasado a ser uno de mis tres animes favoritos (si os preguntáis cuáles son los otros dos, estos son Paranoia Agent, de Satoshi Kon, y Monster, adaptación al anime del excelente manga de Naoki Urasawa).

Volveré a ver Madoka Magica, de eso no me quepa ninguna duda, y sé que la volveré a disfrutar como nunca como la obra maestra que es. Sin duda, una obra de arte de imprescindible visionado que ha de verse al menos una segunda vez para poder apreciarla en toda su magnitud. Magistral.

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